Los inversores lidian a diario con decenas de métricas, que les permiten analizar los diferentes proyectos en los que están pensando si invertir o no. Se trata de datos financieros, de cifras de ventas, de márgenes, de posibles retornos, de crecimiento en diferentes escenarios, de tendencias de mercado, de competencia directa e indirecta, de número de usuarios… Y todo ello pensando en el exit (posibilidad de venta), es decir, en si matar a la vaca o si ordeñarla durante un tiempo prudencial.
A estos análisis se unen las reuniones y comidas con los fundadores del proyecto, en las que el inversor vuelve a preguntar por datos y en las que se inicia el «juego» de las sensaciones y percepciones. Aún siendo dichas impresiones importantes en cualquier ámbito de la vida, resulta indispensable ir un poco más allá en el caso de los inversores, porque nunca se tiene la certeza absoluta de si esa participada en cuestión será la que le permitirá cubrir las pérdidas de las otras siete u ocho que no terminan de despegar, o si desafortunadamente, pasará a unirse a esa terrible lista que no hace más que quitarles el sueño.
Soy partidaria de pensar que los riesgos de los inversores podrían minimizarse si estos últimos barajaran más información del equipo que está en el día a día del proyecto y si conocieran los factores relacionados con el Talento interno de sus participadas. De hecho, en nuestro ecosistema ya hay startups avezadas que entienden la importancia de estos datos, los manejan y los utilizan como valor añadido cuando están en rondas de financiación. Son conscientes de la utilidad estratégica de contar con información que avale que el Talento que tienen está capacitado para pivotar o de cambiar de rumbo si las circunstancias lo requirieran.
Es en este momento cuando las métricas que separan la paja del grano alcanzan su mayor potencial, porque un análisis cualitativo ofrece una ventaja competitiva única, que va más allá de los datos financieros; proporciona una visión global del Talento que tenemos a nivel interno. Es este tipo de información la que marca la diferencia entre unos proyectos y otros. A fin de cuentas, los proyectos los definen, gestionan y conducen al éxito las personas.
Si nos fijarnos en países vecinos con mayores y más antiguos ecosistemas que los que tenemos en España, en los que funciona un control del riesgo de la inversión basado en dos pilares: el cuantitativo y el cualitativo, ¿por qué no adaptarlo más en nuestro mercado?
En una sociedad en la que el papel lo aguanta todo, y en la que el dinero de los inversores es el que está continuamente en riesgo, yo me apunto a identificar y evaluar si el líder del proyecto de la nueva participada lo es realmente, si su equipo está alineado, cohesionado y vemos que reman todos en la misma dirección. Me apunto igualmente a detectar si empieza a haber un problema de egos (propio de este ecosistema), a comprobar si tienen absolutamente claro qué otros perfiles son indispensables para llevar el proyecto a la siguiente dimensión y cumplir hitos (no me refiero a una mera necesidad de «un perfil técnico»), y por supuesto, también quiero conocer la visión de la jugada a corto medio plazo. ¿Por qué? Porque todos estos parámetros siendo ciertamente cualitativos, son los que permitirán que la labor del inversor sea mucho más sencilla, agradable y cuente con mayores retornos. Y nuestro mercado y economía piden a gritos separar la paja del grano.
Marta Diaz Barrera, Fundadora de Talentoscopio
@Talentoscopio_