Una economía ahogada

El clima para una nueva oleada de ajustes en la economía española parece cada vez más propicios. El Gobierno lleva desde el lunes abonando el terreno, y poco a poco son cada vez más las voces que hablan de nuevas reformas que llevarán como objetivo ahorrar y por el otro aumentar los ingresos.  Unos cambios que llevarán a reformar la Administración, con despido de empleados públicos, a subir el IVA, a ser más flexibles con la famosa amnistía fiscal que está en marcha.

En definitiva, de lo que se trata es de cumplir con la reducción del déficit sea como sea. Y para ello ni el Gobierno ni las Comunidades están dudando en hacer recortes tan peregrinos como el quitar la merienda a los presos, algo que han hecho en Cataluña. Pero lo realmente preocupante de esta espiral recortadora y recaudadora son sus verdaderas consecuencias. La economía está ahogada, no tiene respiro, las empresas y las administraciones están endeudas y, por lo tanto, no tienen dinero. El crédito no fluye, no hay posibilidad de inversión ni tampoco de contratación. Sin contratación no generamos empleo y, por lo tanto, aumenta el número de parados que nos lleva a tener más de 1,5 millones de hogares con todos sus miembros en el paro. Y a eso hay que sumarle la última subida de impuestos del IRPF, con un impacto medio del 5% de incremento. Todo eso lleva a que las familias ya gasten más de lo que ingresan mensualmente. Lo que quiere decir que van a empezar a estar endeudadas y, por ende, pronto llegarán a una situación de quiebra.

¿Dónde ponemos el límite? Y sobre todo… ¿Cómo rompemos el círculo vicioso en el que está entrando nuestra economía?