Me da igual si esos montos de aficionado son a cambio de adjudicar contratas o a cambio de una cena en el restaurante de lujo de la calle Velázquez y aledañas. Son de pobres. Si quieres tener delirios de riqueza, o los tienes a lo grande con cuentas en Suiza donde tan pronto contabilizas 21 como 35 millones, o no te metas. Que se nota a la legua que eres un muerto de hambre y todo te vale por un plato de lentejas. O por dos, uno para ti y otro para la parte consorte. Con ese dinero ni una mísera joya mediamente decente te puedes echar al bolsillo.
En vez de juzgarlos por presunta corrupción, deberíamos dejar que ellos mismos se consumieran entre la indiferencia del respetable. La corrupción es inherente a cualquier sistema de representación. Pero la pequeñez de miras pertenece a quienes la ponen en práctica, incluso sin saber si son corruptos o simples afortunados. Se les ve a la legua cómo salivan al olor del más mísero billete. Pues para ellos, que en la cita con la Negra Dama todos valemos lo mismo. Si pasaran antes por la cárcel esa alegría que nos daban. Pero da igual. Antes o después se convertirán, como usted, como yo, en polvo y gusanos.