María de los Siete Dolores

A quien esto firma, y a pesar de su ateísmo militante, las procesiones no solo no le molestan sino que como espectáculo y muestra cultural le parecen a partes iguales interesantes y estéticas. Y con misticismo, que vale lo suyo.

 

Aprovecho la presente, eso sí, para recomendar a los padres de la patria que se den una vuelta por ellas. Al margen de los que lo hacen por devoción, país aconfesional dice la de 1978, al resto les puede venir bien para serenar el espíritu. Y sobre todo para reencontrarse. Y créanme si les digo que sé lo que me digo.

Por ejemplo, y sin salir de la Villa y Corte, esta misma noche pueden ir a la de Jesús Nazareno “El Pobre” quienes guardan en cuentas secretas en Suiza los millones acaudalados tras su resignada vida al servicio del pueblo. También tienen la del Gran Poder, a ver si les entra en la cabeza que el suyo es pequeño poder, con contrato cada cuatro años. Mañana viernes podrían acercarse a la del Silencio. Pero ninguna como la de María Santísima de los Siete Dolores, a saber: mentira, cohecho, prevaricación, falsedad documental, corrupción, nepotismo y blanqueo de capitales. Ahí tienen los Siete Dolores. Su reencuentro consigo mismos.