A veces dan ganas de entrar en el PSOE acompañado de una guillotina, dar un golpe de Estado y advertir que al siguiente que se menee se le corta la cabeza de un plumazo, sin contemplaciones. No les basta con ser incapaces de robarle la cartera a Rajoy, que más fácil no lo puede poner, sino que además están empeñados en seguir estrellándose contra la pared una y otra vez.
Solo quien vive encerrado en el “no por sistema” es capaz de pretender aguar la fiesta de la quizá única noticia satisfactoria de los últimos años, como es el anuncio de la rebaja en la presión fiscal. Se podrá criticar por electoralista y por muchas cosas más, pero que los socialistas tiren del manual de la oposición para decir las consabidas fruslerías y hablar de tramos injustos y de castigo a las rentas bajas es pretender que el elector vive en babia; es decir, no haber aprendido ni una sola lección de las elecciones europeas.
Cosa distinta, y en la que no entran porque también les va el juego en ello, el sindiós que sigue siendo el sistema tributario español, con unas fórmulas de compensaciones y exenciones que no respetan las normas del sentido común, ni tampoco las de la más pura matemática. Pero ese es un problema que arrastramos de antiguo, y que es para que nos pongan el rostro colorado por tener una fiscalidad tan opaca para el ciudadano, que en buena lógica paga con resignación, ya que resulta imposible hacerlo con entusiasmo.