Me hace gracia cómo algunos asuntos de supuesta enjundia ocupan día sí, día también, la primera plana de esa actualidad oficial tan alejada de la economía real. Verbigracia, el petróleo, noticia ahora por su sonora bajada de precios como lo fue hasta hace unos meses por su escalada alcista.
Cuando uno echa la vista atrás, no cinco años, ni diez, ni veinte, sino hasta los años 60, se puede encontrar con que entender el precio del crudo, o peor aún, tratar de predecirlo, es una colosal venta de humo. Tanto que a su lado esos astrólogos televisivos compañeros del insomnio deberían ser tomados por científicos honoris causa. Me dicen más verdad unas cartas sacadas por azar que los más sesudos debates sobre Picos de Hubbert y demás inventos divinos puestos en circulación para tratar de explicar lo que el sentido común, por más que se esfuerce, jamás lograría entender.
Hacia el año 2005 los propios países productores de petróleo estimaban que unos precios en torno a los 45 dólares el barril bien podrían marcar una senda de futuro de cierta estabilidad. Lo que vino después, la subida hasta los casi 150 dólares en 2008, la bajada hasta los 35 solo un año después, para situarse en torno a los 120 en 2011, da una idea de la volatilidad de este mercado. Hacer noticia de lo arbitrario, o si me apuran de lo arbitrista, es dorar la píldora a quienes juegan a fabricar caprichos de dioses. Niños de papá que se creen dueños de nuestras vidas, porque nosotros les dejamos.