Hay noticias que por toscas son dignas de cualquier opereta bufa de mención. Una de ellas es el campanazo que ha dado la diputada del PP en Madrid, María Teresa Gómez-Limón, que rompe su trayectoria y militancia porque dice que en su partido no se puede discrepar.
Mujer de Dios, habría que decirle, ¿pero en qué musarañas estaba usted pensando cuando se metió en esto? La primera lección de la cartilla básica de la política de partidos es que en los partidos no hay democracia interna, aunque se venda que sí la hay. En ningún lugar como en un partido político se cumple la sentencia bíblica de Mateo: que no sepa tu mano derecha lo que hace tu mano izquierda.
Ahora que si esta noticia no les llena, eso es porque todavía tienen reciente la broma que levantó ayer aplausos de patria chica doquier se dio el titular: nos dicen con alborozo que tenemos una entidad más en el top 100 de la banca mundial. Tirando de refranero, unos cardan la lana y otros llevan la fama. Sin nosotros, ni top 100 ni topción. Pero los ciudadanos de a pie, los pagadores de su Hacienda y sus caprichos, somos los que nunca salimos en los rankings. Mientras mantenemos a cargos públicos que un buen día, pobrecitos, descubren que en su chiringuito no hay democracia interna.