Buenos días, Ignacio. Me imagino que habrás amanecido con unas pocas ojeras más de lo normal. No por andar llorando, que quienes ocupáis cargo honorable no tenéis hiel. Pero sí porque te habrá tocado estar dando explicaciones hasta las tantas a los tuyos y a los que en ti confían.
Por lo demás, imagino que estás tranquilo; sé que lo estás. A fin de cuentas, el asalto planeado y con guante blanco que a nivel mundial se ha organizado contra el Estado del Bienestar va a seguir adelante, con o sin jueces que les dé por envalentonarse y paralizar lo inevitable. A lo mejor no te toca a ti ponerte la medalla de haber puesto la Sanidad en manos de los fariseos, pero le tocará a alguno de tus sucesores, probablemente al siguiente, da igual el color que tenga. El asalto al Estado del Bienestar es apartidista, que no apolítico. Y vosotros sois partidistas, no políticos de raza.
Quizá quisiste correr demasiado. Quizá quisiste caerle en gracia a los guardianes de la doctrina en Washington y en Bruselas. Quizá quisiste pasar a la historia. No lo sé, y tampoco me importa demasiado. Lo que deseo fervientemente es que esta Sanidad pase a manos privadas, sin blandeces ni medias tintas. Que no te vaya tan bien como cabe suponer, porque no encuentres una puerta giratoria a medida. Y que cuando te toque, viejecito como el resto, que te lleguen los cuidados, no tengas cartera suficiente para abonarlos. Y que entonces, cansado y derrotado, al fin lo entiendas.