«No me presento como candidata para que el programa y la lista los hagan otras personas con las que no coincido. No soy un monigote». Así de rotunda se expresaba en su cuenta de twitter una Esperanza Aguirre herida de muerte por aquel con el que ha compartido siglas y algún que otro balcón. Allén de los mares el implacable Mariano contestaba hoy con un «yo no tengo ningún lío. Todo está zanjado».
Yo, un pronombre con el que deja la pelota encima del tejado de Esperanza, quien ha caído en la trampa de la Alcaldía y abnegada ha otorgado consentimiento ante la pluma del verdugo, que en este caso tiene nombre de mujer y se llama María Dolores de Cospedal. Encargada, por cierto, de la redacción del documento al que las malas lenguas llaman de ‘claudicación de la esperanza’.
Con sus idas y venidas ‘a la gallega’, el aparente pasmo de Mariano Rajoy se convierte en firmeza ejecutora al cortar las cabezas que precisa la estrategia electoral. El feudo madrileño no se puede perder y la única posibilidad es mantener a Aguirre al frente, pacto mediante y posible, en mayo, con el popular -que no populista- Antonio Miguel Carmona (que a fin de cuentas es un socialista moderado, de los que sacan los pies del tiesto). Pacto al que, por cierto, la dulce y progresista niña del partido Cristina Cifuentes no pondrá ni peros ni comas.
Una vil táctica, la de Mariano que de un ‘aticazo’ ha dado jaque a la rebelión de los muchachos que lideraba el tandem Aguirre – González. Esperanza, no querías ser monigote y te han convertido en títere, y sin cabeza. Esperanza, no habrá gestora, pero sí abandono de Presidencia, la del PP de Madrid, cargo sobre el que se rumorea podría recaer, como no puede ser de otro modo, en la figura de una polivalente vicepresidenta con apellido de carabela, que lejos de ganar la alcaldía a la que se presumió postulaba, la de Madrid, se convertirá en guardiana y ama de llaves de los valores rajoyistas en tan beligerante y deseada plaza capitalina.