Entiendo a quienes siguen asustados por el resultado electoral. Y hasta me compadezco de ellos, humanamente. Pero no puedo compartir su preocupación ni sus diagnósitcos. Un efecto benéfico de este 25-M, directo, incontestable, es la enorme resaca. Guste o no, la política ha ganado la agenda.
Dentro de esa resaca, la muestra más evidente es la renuncia del Danton de la casta socialista española, Alfredo Pérez Rubalcaba. Se va por la puerta chica cuando ha tenido unas cuantas opciones de hacerlo por la puerta grande. Rubalcaba no es un perdedor, no está en su código genético agachar las orejas y en menos de tres años ha tenido que hacerlos dos veces. Su última opción de salida digna es la dirección del partido hasta la elección del nuevo secretario general, última opción que tiene de poner orden en esa jaula de grillos ególatras, desorganizados y envidiosos que es el PSOE.
Con más mar de fondo, y quizá con más relevancia pero menos glamour, hay que contar el tirón de orejas de Rajoy a los suyos por el tono triunfalista de la noche electoral. Al gallego no le pega mucho, al menos en su imagen pública, aquello de “menos samba e mais traballar”, que por si no lo recuerdan es precisamente una tonadilla compuesta para una campaña electoral. Pero no le queda más remedio. Si en la casa de enfrente se afilan los cuchillos, en la suya propia no le faltan candidatos, y candidatas de sangre azul, ya me siguen ustedes, dispuestos a rebanarle la cabeza.