Como continuación a la primera parte de este asunto que publiqué hace un par de meses, indicar que el ya famoso ensayo económico de Piketty ha entrado de lleno en los países en desarrollo y nos encontramos con la sorpresa que tiene mucho menos eco e importancia que en países desarrollados, especialmente Estados Unidos y Europa donde ha causado un cierto revuelo.
Muchos estábamos expectantes ante la reacción de ejecutivo norteamericano y finalmente Jason Furman, incluyente asesor jefe del equipo económico de Barack Obama expone las siguientes objeciones:
• Duda mucho de que realmente en épocas de crisis como las que vivimos se produzca un distanciamiento en los ingresos de los más ricos y las clases menos favorecidas.
• De hecho, argumenta que no es lógico si pensamos que las empresas generan menos beneficios en épocas de crisis y que, por tanto, no se podría explicar ese supuesto incremento de los beneficios de los propietarios de dichas empresas.
• Ve más razonable pensar que las diferencias se deben a un incremento espectacular de las retribuciones de los grandes directivos de empresas, en relación al resto de trabajadores de las mismas.
Yo mismo he indicado en diversas ocasiones que en épocas de bonanza económica donde el PIB crece permanentemente, e incluso a tasas elevadas, lo que se produce es una reducción del desempleo y un incremento de las rentas del trabajo, por lo que en dichos períodos, las diferencias entre los extremos de la sociedad quedan minorados. Pero en épocas de crisis, es posible que los muy ricos puedan conservar en gran medida su riqueza, mientras que los menos favorecidos ven la suya reducida en forma de menor empleo, menores ingresos por el trabajo, pérdida de valor del patrimonio la mayoría de las veces en forma de propiedades inmobiliarias o pequeñas participaciones en fondos de inversión, o similares.
La cuestión planteada por Furman tiene una gran importancia en este asunto, ya que, según el análisis de Paywatch (informe sindical sobre los salarios en EE.UU.), indicaba que el mes pasado se llegada a un nuevo record en ese país, ya que los ingresos de los presidentes de los consejos de administración de las empresas era de 331 veces más alta que los de la media de sus propios empleados y de 774 veces en relación a los ingresos de los que menos cobran.
En realidad, el libro de Piketty esconde varias controversias, además de la anterior. La más destacada, desde mi punto de vista, es que si la economía tienen a crecer a tasas muy reducidas e incluso a estancarse, esas diferencias se incrementarán. Tal como indica Furman, los retornos de capital en épocas de estancamiento también tienden a reducirse, y no a incrementarse como indica Piketty.
Esta cuestión es especialmente relevante ante las controversias que surgen entre diversos especialistas referentes al crecimiento económico y a los frenos al mismo que impone los propios límites de recursos que posee nuestro planeta, además de los consabidos problemas medioambientales de una sobre-producción y sobre-población a niveles que la humanidad nunca había conocido en toda la Historia.
Llamativo desde mi punto de vista es que el informe Piketty está pasando inadvertido en los países en desarrollo, en los que las diferencias sociales suelen ser mucho más acentuadas que en los desarrollados, llegando a casos extremos como los de India, varios países asiáticos y del sur de América.
La explicación a esta indiferencia viene por dos vías:
• Por una parte, la opinión pública entiende que el largo período de crecimiento de estos países, algunos de ellos muy sorprendente, coincide con unos años de apertura a nivel global, liberalización de esas economías, incremento de exportaciones,… por lo que la gente supone que todas esas políticas han sido positivas para sus países, para el empleo y para la reducción de la pobreza.
• Por otro lado, las diferencias sociales en esos países han sido tradicionalmente muy elevadas, por lo que no entienden del todo que en Europa y EE.UU. estemos preocupados por la cuestión.
Venimos de un supuesto Estado del Bienestar, y vemos que en los últimos años se ha tenido que desmontar en parte por su insostenibilidad. Si a ello unimos unas tasas de desempleo elevadas y unas expectativas pobres para ver su reducción ni siquiera en el medio plazo, no es de extrañar que el informe Piketty haya causado revuelo y que muchos economistas y políticos se hayan lanzado a ver todos sus defectos y ninguna de sus virtudes.
A nivel personal pienso que es sumamente complicado llegar a una teoría sobre las desigualdades sociales desde el punto de vista de Piketty, dadas las enormes diferencias entre países y sus evoluciones tan dispares en el campo económico, pero lo que sí es cierto es que en los países desarrollados, las diferencias se han incrementado especialmente desde finales de los 80. Sea por retornos de capital mayores a lo “razonable” o por un incremento dislocado de las retribuciones de los altos directivos, lo cierto es que las diferencias entre países ricos y pobres son cada vez menos distantes.
Manuel Caraballo Callero
Economista