Lo que más rabia me da de los informes de la OCDE es que seguro que hay gente a la que pagan por concebirlos, gente a la que pagan por redactarlos, gente a la que pagan por leerlos, y gente a la que pagan por interpretarlos. Todo ello, mientras un millón de familias tienen a todos sus miembros en el paro.
Digo que me da rabia, y me disculpen quienes los conciben, los escriben, los leen y los interpretan, porque puestos a ocupar tanta tinta, de la digital o de la desfasada, y puestos a ocupar a tanta gente para explicar por qué nos va mal aunque nos vaya mejor, lo suyo sería pedirles algo de originalidad y también de ecuanimidad. Lo que es infame es que nos presenten el escenario por todos ya conocido y que aprovechen para colarnos de rondón las recetas de siempre, con las que quisiera ver lidiando a quienes los conciben, los escriben, los leen o los interpretan.
Sería divertido ver cómo un día quienes los conciben, los escriben, los leen o los interpretan, recuerden que les hablo de los informes de la OCDE, hicieran un sabotaje piadoso entre tanta tinta inútil, por resabiada y por repetida. Que alguno de ellos, al pensar, plasmar, leer o recitar por enésima vez que es bueno abaratar el despido improcedente, no el procedente ni el objetivo, no, el improcedente, que es el despido porque me da la gana, porque sí, porque se me pone en salva sea la parte, le hicieran un corte de mangas al informe y nos contaran, de una vez, algo que parezca verdad.