Hoy martes, salvo milagro de última hora, es muy probable que el Gobierno de Mariano Rajoy condene a España al furgón de cola de una de las pocas economías que se han salvado del hundimiento: la digital. En unas horas, la mal llamada ley de la ‘Tasa Google’ será una realidad jurídica.
De todas las meteduras de pata del Gobierno del PP, que mira que las ha habido y de qué gramaje, esta es sin duda la de mayor calibre hasta la fecha. Asistir atónito a cómo desde la más absoluta ignorancia pretenden regular el derecho de cita digital, a la vez que se les hincha la boca con los vocablos empleo, crecimiento y recuperación, es para pedir el ingreso en el frenopático por incoherencia manifiesta. Si saben de incentivar el estímulo económico de un país tanto como de castrar para siempre el ámbito de Internet, virgencita que me quede como estoy.
Cabe otra posibilidad. Más ladina, más esquiva, más indeseable. Cabe la posibilidad de que a estos señores y señoras a los que tanto se les hincha el pecho con la palabra España tengan en realidad muy poco aprecio por las gentes de su país, y sí mucho y muy mal disimulado por los grupos de presión de turno; todo, a cambio de que los afines aceren su línea editorial mientras la moderan los adversarios, que en realidad beben de la misma ubre: la del periodismo afín al partido mayoritario de turno. Ya no sé si es casta, con te, como dice Pablemos, o caspa, con pe, como me parece a mí.