Tomadura de pelo fiscal

A lo mejor es que he oído mal hasta la fecha, pero juraría que el Ejecutivo de Rajoy ha dicho hasta la saciedad que a él no le gustaba lo que su Gobierno estaba haciendo, pero que no le quedaba más opción porque era lo que tocaba hacer, según versión Bruselas.

Y además la sociedad española ya había oído palabras parecidas unos años antes, cuando Zapatero inició la suicida y alocada carrera hacia ninguna parte de los recortes sociales a mansalva. Suicida, al menos, desde el punto de vista electoral. Por eso no entiendo que los de Rajoy hayan disparado con balas de plata al hombre-lobo de Bruselas, Olli Rehn, con la reforma fiscal, que contaba con las reservas de la Comisión Europea antes, durante y después de su aprobación. Está bien levantarle la voz a Europa para demostrar soberanía, pero no encaja con nada de lo anterior.

Porque, una de dos: si las observaciones de la Comisión importan tanto como lo han hecho hasta la fecha, el anuncio a bombo y platillo de unas rebajas fiscales que tampoco son para tanto no es más que un acelerón para que el año que viene los votantes estemos narcotizados y con sensación de felicidad en el bolsillo; pero si lo que venga de Bruselas tampoco es para tomárselo tan a pecho, entonces las medidas acometidas hasta la fecha no merecen más calificativo que el de inmensa sinvergonzonería, cuando no ideología disfrazada de necesidad. O una cosa, o la otra.

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