Tenemos nuevos datos sobre la evolución del sector del automóvil en España, y qué quieren que les diga, nos lo vendan como nos lo vendan, solo hay tres conclusiones: una, que siguen tirando más dos carretas; dos, que hasta el más tonto hace relojes de madera; y tres, que nos gusta palmar.
Les explico. Conclusión número uno: siguen tirando más dos carretas. Así es. Después de años de jugarnos el tipo en las carreteras por ahorrarnos los cuatro míseros euros de un cambio de ruedas o de aceite, en cuanto nos sentimos un poco estupendos nos lanzamos de nuevo al jolgorio del coche nuevo. Es como si no aprendiéramos, y además no quisiéramos aprender.
Conclusión número dos: aquí hasta el más tonto hace relojes de madera. Los fabricantes y el Estado se hacen trampas al mus a sí mismos, a ver quién consigue rascar más por la vía del impuesto, y quién consigue apoyarse mejor en la ley para burlarla. Pero en todo caso, el impuesto es un arbitrio: un día sobre la cilindrada, otro día sobre los gases contaminantes. La cuestión es que la banca gane siempre.
Y conclusión número tres: nos gusta palmar. Porque no es que se vendan más coches, es que se venden más de los dos extremos: los más de andar por casa y los de lujo. A los segundos los disculpo, pues son niños de papá que no saben en qué gastarse sus cuatro perras. A los primeros no tanto, pues alimentan la burbuja de una industria insostenible por múltiples frentes, de los que hablaremos en otra ocasión.