Con el sugestivo título de “In a Subprime Bubble for Used Cars, Borrowers Pay Sky-High Rates” fue publicado en The New York Times un artículo que no deja de sorprender en muchos aspectos.
Por una parte, el título parece hacer referencia a los tipos de interés que los compradores de coches de segunda mano están pagando por la financiación de su compra. Pero, basta con leer los primeros párrafos para comprender que de lo que se trata es de denunciar una nueva burbuja de crédito sub-prime que se está generando en la economía norteamericana. No hace falta decir cómo ha acabado la crisis sub-prime basada en los créditos hipotecarios cuando estalló hace siete años.
Los autores del artículo, sin embargo, dejan bien claro que no tiene nada que ver el tamaño que se creó con las hipotecas sub-prime, con la burbuja que se está creando para los créditos al consumo orientados a los coches de segunda mano. Pero también es cierto que los bancos y otras instituciones financieras no han tardado mucho tiempo en “empaquetar” esos créditos para venderlos a inversores primero nacionales y luego internacionales gracias a la globalización de la economía, especialmente la financiera, lo que vendría a repetir justo los mismos esquemas que ya conocemos de sobra.
El proceso parece un calco del ya sufrido hace unos años: primero se relajan los criterios de riesgo de los clientes, luego se otorgan créditos a personas incluso en situación de desempleo o pensionistas con ingresos reducidos y edades elevadas, o perfiles por el estilo. Luego se traspasa la línea de la falsificación de datos o documentos, mediante los que personas que llevan 20 sin trabajar obtienen un crédito gracias a que hay un documento oficial que indica que tiene un empleo estable y bien pagado. Los ejemplos abundan en ese artículo.
Manuel Caraballo, economista