Alguna vez he oído respecto a personalidades que se pronuncian de manera divergente, que lo más probable es que acaben con sus huesos en alguna tumba. En concreto, es algo que he oído tanto de Obama como del Papa Francisco, que los iban a fulminar como a Kennedy. Puede ser, pero no creo.
Con similar punto de vista, alguien podría decir que a Alexis Tsipras lo más normal es que se lo cargue alguien. No es que me parezca imposible, pero ese tipo de acciones, como el envenamiento del ucranio Víctor Yuschenko años atrás, suele traer más complicaciones que ventajas para los autores del complot. A fin de cuentas, y aunque sea una aberración humana lo que les voy a plantear, el fracaso de los atentados contra Hitler vino bien para que, por una vez, los buenos se unieran como una piña para echar a patadas a una de las peores muestras de calaña humana que ha dado la Historia.
No creo que maten a Tsipras. Ni de forma literal ni de forma figurada. La operación del Banco Central Europeo de la semana pasada tiene en su agenda oculta un componente de tranquilización a los mercados financieros, pase lo que pase. Hay quien piensa que los mercados financieros están ya actuando cual jauría de lobos contra el euro, a partir de la victoria de Syriza. Ojalá sea otra cosa. Ojalá sea que esa jauría sea el efecto visual de una operación con miras más altas, como un ajuste de cambios destinado a prevenir potenciales tratamientos de choque más severos.