El Banco Central Europeo parece el típico marido ligero de cascos pillado in fraganti, y que balbucea excusas poco creíbles. El marco continental determina que no puede comprar deuda soberana en el mercado primario, pero sabemos desde hace mucho tiempo que si no interviene, aquí muere hasta el apuntador.
“Programa de expansión cuantitativa” es el nombre que se le ha dado al último apaño que aprovecha los resquicios de la ley, para salir de la tormenta perfecta de la crisis de deuda, en un circo en el que los de antes y los de ahora no se aburren de caminar como pollos sin cabeza. Es graciosísimo, aunque dé lástima, ver cómo los unos y los otros se dan golpes en el pecho por las decisiones que adoptan, cuando es palmario que desde 2008 hasta la fecha lo que hemos vivido ha sido una sucesión de improvisaciones, a ver si en una de estas suena la flauta y nos colocamos unas medallas.
Lo triste del caso es que ganas de trabajar, de arremangarse de verdad, hay realmente pocas. La compra de deuda soberana en mercados secundarios, además de ser una chapuza ‘in extremis’, no corta de raíz el origen de esta monumental estafa perpetrada sin el necesario ‘quo vadis’ exigible a los poderes públicos. Quien debía haber hecho las preguntas estaba de vacaciones, seguramente bien pagado por años de acumulación de deuda privada y especulativa a la que se aplicó durante los años previos la más pervertida de las versiones posibles del clásico liberal: ‘laissez faire, laissez passer’.