El casi agotado mes de agosto de 2015 será recordado por lo atípico de las maratonianas jornadas de un Hemiciclo, ‘pleno’ de debates sobre un libro, el amarillo, que será la hoja de ruta de la economía de España para el año próximo.
Sin embargo, lejos de arrojar luz sobre los números que, austeridad mediante, tienen como objetivo mejorar el estado de bienestar y consolidar una recuperación que, si atendemos al crecimiento del 11,2 por ciento en la recaudación por IVA, gota a gota, empieza a calar en la economía real, en los pasillos, escaños y tribunas las palabras más repetidas -que no las más sonadas- han sido «mandangas» y «electoralismo».
«Mandangas», en palabras del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, las del intento de propuestas presentadas por el líder de los socialistas. Un Pedro Sánchez que, «más joven y más alto» que su predecesor, parece haberse olvidado ya no de estudiar, sino de leer, escuchar o ver lo que acontece en el país al que pretende librar del «peligro».
Sánchez, ‘el joven’, se limitó a ser un «conjunto vacío» en un discurso pleno de la continuidad demagoga heredada de José Luis, ‘el de la ceja’ que, durante sus dos mandatos, elevó la deuda con el exterior en 37,5 puntos, y la del sector privado en 31. Incluso fue capaz, sin que mediase rescate bancario alguno, de hacer crecer la deuda pública en 13,3 puntos.
Más allá de deudas, déficits e impuestos, Sánchez, ‘el joven’, insistió en su afán de patinar con compromisos para reformar lo ya reformado, como ya ocurrió el pasado mes de julio con el Código Penal. En su disertación anunció a voz alzada la convocatoria del Pacto de Toledo para «renovar el consenso y garantizar una financiación adecuada y suficiente de todas las pensiones», una popular idea ya instada y comprometida a principios de julio por el propio Montoro y que hace apenas una semana confirmaba el secretario de Estado Tomás Burgos.
La falta de preparación del que puede llegar a ser el futuro Presidente del Gobierno de España, fue hábilmente aprovechada por un irónico Cristóbal quien, más por viejo que por diablo, entre los ‘vaivenes de la Troika’ y los «dígame usted ¿cómo?» de su réplica puso de nuevo en evidencia las «vaguedades» de una alternancia que se forjaría a golpe de pactos con «socios potenciales» que cada vez pierden más fuerza, según el último CIS. Pactos de razones utópicas y rebeldes frente a la responsabilidad que tenemos para con los que de facto sí son socios: Europa.
Quizá, el ejemplo mismo del desconocimiento del señor Sánchez dé la razón a su propuesta de darle la vuelta a nuestro sistema educativo. Quizá esa reforma sirva para que, al menos nuestros políticos, tengan la formación, valores y solvencia suficiente (ya no sobrada) y sepan realmente cómo llevar a este país a una recuperación plena del empleo, del consumo y de la que en definitiva hace falta, la que llega a la calle.
Más allá de lo que fue el ensayo del debate de los principales candidatos a la Presidencia de la nueva legislatura, la campaña ya está en marcha. Casi todos los grupos tacharon los presupuestos de electoralistas por, entre otras cosas, aquello de subir el sueldo a los funcionarios, algo que, por cierto, y si la memoria no me falla, se lleva exigiendo desde la oposición desde el día siguiente a los recortes. De «electoralistas e inútiles», calificó también la portavoz de UPyD Rosa Díez, unos Presupuestos a los que les queda mucho recorrido y dan continuidad a políticas austeras que, mal que pese, al menos han conseguido que se genere empleo, precario, pero un empleo a fin de cuentas que nos permite sacar el coche y tomarnos «una caña» el domingo por la mañana.
Ahora bien ‘Señorías’, les recomendaría fueran precavidos al hablar de un electoralismo del que han abusado todos, sin excepción alguna, en un debate sobre Presupuestos que se ha quedado escaso de números, que no de ‘nu-méritos’ o numeritos con los que se pretende ocupar sillones que, a la vista de las ponencias, se le vienen grande a muchos de los que están y de los que vienen.
Un debate que se ha quedado escaso de respuestas o, al menos, alternativas económicas. Carencias que me llevan a pensar, y perdón por la maldad, que tras el teatrillo en el que se ha convertido el Parlamento estos dos días, se esconde el casi consenso ante la política económica que «necesitan los españoles» y Europa, que a fin de cuentas es la que manda. Ahora bien, estamos en España y sin gritos, dichos populares y espectáculo nada es lo mismo.