Hierba con aroma a fado

Corren ciertas leyendas urbanas que afirman que algunos de los mayores consumidores de drogas son aquellos que por su responsabilidad pública están llamados a combatirlas en aras de la salud de sus administrados. Es decir, los dirigentes políticos de toda clase, pelaje y comisión.

Sin entrar a valorar la certeza o no de tamañas leyendas, sí coincidirán conmigo en que a veces dan ganas de preguntarle a algún dirigente por la identidad de su camello, porque la hierba que le pasa tiene que ser de muy buena calidad. Como el primer ministro portugués, Passos Coelho, que algo muy gordo se ha tenido que fumar para pensar que por decir que es necesario subir los impuestos, los portugueses van a decir de una que sí, que ellos como buenos patriotas que son arrimarán el hombro.

Tengo la impresión de que los administradores de lo público, desde la megalomanía de los bancos centrales hasta los concejales de barrios grandes con complejo de capital provincial, han llegado a un punto en el que consideran que el maná del erario público es inagotable. Y que si se agota se puede seguir sangrando al personal ad aeternum. No les entra en la mollera que ya han llegado al límite, no solo de lo que como ciudadanos podemos pagar, sino del grado de inoperancia supina que como electores estamos dispuestos a aceptar. Si quieren nuestro dinero, que hagan algo útil con él. Para peloteárselo de unos a otros, mejor nos lo fundimos en cualquier fiesta, que al menos moriremos más felices.

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