Se abre ahora un período de incertidumbre en el país, donde Nicolás Maduro asume por ahora la presidencia, para convocar elecciones en el plazo de 30 días, y después de haber sacado esta noche a la calle al Ejército y a la policía para evitar posibles ataques contra el país.
Una Venezuela empobrecida, que acaba de sufrir una devaluación del 30% del bolívar y que depende –casi en exclusiva- de los ingresos del petróleo. Pero no sólo eso, es un país donde la inestabilidad política y social conlleva una escasa inversión internacional, que permanecerá alejada hasta que se aclare qué es lo que va a ocurrir.
Una Venezuela rica en recursos naturales, con escasa seguridad jurídica, en la que los medios de comunicación están intervenidos, la oposición fragmentada y dividida y en la que el Ejército tendrá mucho que decir sobre el futuro político.