San Isidro “ladrador” y ladrón

Lo bien que me viene que sea San Isidro para lo que les quiero contar. Resulta que el patrón de la capital, con sus churros, sus toros, sus chotis y sus chulapos, se llama San Isidro Labrador. Y quien les habla entendía de pequeño San Isidro Ladrador. El primer santo can, que no sandokan, de la historia.

Y de ladradores va el juego, palabra que guarda fonemas comunes con ladrones. A la clase dirigente, tan repleta de ladrones de guante blanco, le escuece en la moral la cantidad de ladradores que les han salido en las redes sociales de Internet. No les preocupa cumplir con aquello para lo que se les eligió, sino que se les ladre algo como lo que les acabo de decir, “ladrones de guante blanco”, que es en definitiva lo que todos pensamos de ellos en el bar o en nuestra casa.

Machacan con ello uno de los puntales de la filosofía patria y de la novela moderna, el “ladran Sancho, luego cabalgamos”, que forma parte de los principios que sustentan una sociedad democrática, la confianza y la contestación, frente a la delación continua y el señalamiento arbitrario desde el poder. Todo ello, mientras la justicia europea sentencia a favor del mal llamado “derecho al olvido”, que consiste en proteger la intimidad a base no de perseguir al injuriante, sino a quien ha desarrollado buscadores que muestran esa información. Hoy es un ciudadano espoleado como héroe frente al Goliat Google. Mañana pueden ser los ladrones de guante blanco, para que quede borrado de la historia que alguna vez lo fueron. Tiempo al tiempo.

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